Nutrición en Cáncer

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El cáncer es la principal causa de muerte en todo el mundo. En 2018, más de 1,7 millones de personas fueron diagnosticadas con cáncer y más de 600.000 muertes el resultado de esta enfermedad. De 1999 a 2015, la incidencia general de cáncer disminuyó en un 2,2% en los hombres y se mantuvo estable en las mujeres, sin embargo, la tasa de mortalidad de ambos solo ha disminuido levemente a 1.8% y 1.4% respectivamente. Estas modestas mejoras en los resultados podrían atribuirse a mejoras en las terapias y la detección del cáncer; sin embargo, es tentador especular que se podrían lograr mayores mejoras si se consideran los efectos terapéuticos de la dieta sobre el cáncer.1

La última década parece haber sido testigo de un aumento del interés en el papel de la dieta y sus efectos sobre el metabolismo del cáncer. Un estudio prospectivo de más de 900.000 adultos en los Estados Unidos mostró un aumento proporcional significativo entre la obesidad y el riesgo de mortalidad por cánceres múltiples, incluyendo del esófago, colon y recto, hígado, vesícula biliar, páncreas, riñón, próstata, mama, útero, cuello uterino y ovario. 1

El papel de la dieta en el metabolismo del cáncer es sin duda un área de interés popular. El Instituto Estadounidense para la Investigación del Cáncer y el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer estiman que entre el 30% y el 40% de los cánceres se pueden prevenir mediante regímenes dietéticos saludables, una mejor actividad física y el mantenimiento de un peso corporal adecuado. Si bien la “prevención” es probablemente una exageración, la reducción del riesgo parece estar respaldada por la evidencia. Se ha demostrado en estudios epidemiológicos de cáncer de mama, cáncer de próstata y cáncer de colon que la migración a diferentes países influye en el riesgo general de desarrollo de estos cánceres, lo que lleva a la hipótesis de que los cambios en los hábitos alimentarios pueden alterar el riesgo de cáncer. En 1980 fue demostrado que las mujeres japonesas de primera generación tenían un aumento de tres veces en el cáncer de mama en comparación con las mujeres japonesas que vivían en Japón. Se ha postulado que esta diferencia puede explicarse parcialmente por el cambio de una dieta basada principalmente en plantas a una dieta alta en grasas y azúcar. De manera similar, la tasa de mortalidad por cáncer de estómago en los migrantes europeos a Australia disminuyó en paralelo con el tiempo que los migrantes permanecieron en Australia, pero el riesgo de cáncer colorrectal aumentó proporcionalmente a la duración de la estadía. Estos estudios epidemiológicos sugieren que los cambios en el estilo de vida y las influencias dietéticas juegan un papel en la determinación del riesgo de varios tipos de cáncer.1

En 1997 fue publicado un informe histórico sobre nutrición y cáncer: Food, Nutrition and the Prevention of Cancer: A Global Perspective, del WCRF / American Institute for Cancer Research (AICR). Esta publicación se actualizó en 2007, con un nuevo énfasis puesto en la influencia de la actividad física en el riesgo de cáncer. El informe se ha transformado ahora en un Proyecto de actualización continua (www.wcrf.org/int/research-we-fund/continuous updateproject- cup), lo que refleja el compromiso del WCRF / AICR de actualizar continuamente la ciencia y las recomendaciones para reflejar las últimas actualizaciones (los resultados de este proyecto están disponibles en línea de forma abierta). Los informes del Proyecto de actualización continua cubren de manera integral una variedad de tipos de cáncer; se basan en rigurosos protocolos de revisión sistemática realizados por expertos en dietas y cáncer, cuyos resultados son interpretados por otro grupo (independiente) de científicos para orientar las recomendaciones para la prevención del cáncer. Las recomendaciones de prevención del cáncer que han surgido de este elaborado proceso son posiblemente las más basadas en la evidencia de las disponibles actualmente para las estrategias dietéticas.2

 

Desafíos en la investigación de la dieta y el cáncer. La evidencia relacionada con la dieta, la nutrición y el cáncer proviene de muchos tipos diferentes de investigación, incluidos estudios en animales y mecanicistas, estudios ecológicos en humanos (estudios de correlación a nivel de población, que son útiles para generar hipótesis), estudios de epidemiología analítica observacional (es decir, estudios de casos y controles y de cohortes) y ensayos de intervenciones dietéticas. En estudios de laboratorio que utilizan cultivos celulares y modelos animales experimentales, se ha demostrado que los nutrientes y otros componentes bioactivos de los alimentos afectan los procesos biológicos clave implicados en la regulación del crecimiento celular y la carcinogénesis (Figura 1).

Los alimentos son naturalmente complejos y aportan numerosas sustancias bioactivas que pueden actuar de forma individual y / o sinérgica para influir en procesos como la diferenciación celular y la apoptosis, así como la regulación hormonal de las funciones celulares. Sin embargo, demostrar las relaciones entre los factores dietéticos y el riesgo de cáncer en las investigaciones epidemiológicas y los ensayos de intervención ha sido un desafío debido a varios problemas generales.2

La historia de la investigación sobre el cáncer y la dieta está ganando terreno rápidamente para abordar las limitaciones metodológicas de larga data, y se están utilizando nuevas tecnologías para caracterizar la complejidad de las asociaciones entre la dieta y el cáncer a través de mejores métodos de evaluación de la dieta, el desarrollo de nuevos biomarcadores, el análisis de patrones dietéticos, y explorar la heterogeneidad del cáncer a través de análisis de subtipos, influencias genéticas y epigenéticas. En el futuro, la investigación sobre nutrición y cáncer debe incluir información sobre la dieta, los biomarcadores de metabolitos, el microbioma y las interacciones entre genes y nutrientes, y debe incorporar mediciones de los efectos de la dieta sobre los marcadores intermedios de riesgo de cáncer. El cáncer se definirá molecularmente, en lugar de definirse por el sitio del órgano, o incluso por histología. Ahora se encuentran disponibles cohortes con una mayor variedad de variaciones en la ingesta dietética, como la cohorte de Investigación prospectiva europea sobre el cáncer y la nutrición (EPIC), que incluye sitios de muestreo en varios países de Europa con patrones dietéticos diversos.2

Además, el cáncer generalmente se desarrolla durante décadas antes del diagnóstico, lo que requiere estudios con una larga duración de seguimiento para capturar los casos y permitir la identificación de asociaciones dietéticas; de hecho, los hallazgos inconsistentes para algunas asociaciones entre la dieta y el cáncer podrían ser una consecuencia de la latencia muy larga para el desarrollo del cáncer.2

Regímenes dietéticos en exploración

Dieta mediterránea. La dieta mediterránea (MedD) ha ganado atención como una dieta saludable para reducir el riesgo de cáncer. Un grupo de investigadores proporcionó una revisión completa de los efectos beneficiosos propuestos de la MedD sobre el riesgo general de cáncer. La MedD es común en países ribereños del mar Mediterráneo. Se define por un alto consumo de alimentos de origen vegetal, productos integrales, verduras, frutas, nueces y legumbres junto con una ingesta regular de pescado y mariscos, mientras que los huevos y las carnes rojas / procesadas son limitados. El consumo de alcohol es moderado, con preferencia por el vino tinto, y el aceite de oliva sirve como forma predominante de grasa.

En general, se ha observado una asociación inversa entre la adherencia a la MedD y la mortalidad por cáncer. Los resultados más sólidos se observaron en el cáncer colorrectal, con asociaciones más pequeñas observadas en los cánceres de mama, gástrico, hígado, vesícula biliar, cabeza y cuello y próstata. Si bien los resultados son prometedores, la interpretación exacta es difícil ya que no hay una clara definición de una MedD, ya que varía de una región a otra en función de factores étnicos, culturales, religiosos y económicos. Como tal, los estudios futuros podrían centrarse en identificar una definición más esclarecedora analíticamente de la MedD que pueda ayudar delinear sus supuestos efectos beneficiosos.1

Dieta japonesa. Las personas de Japón tienen una incidencia más baja de varios cánceres, especialmente los denominados cánceres de colon, mama, próstata y ovario relacionados con la grasa. Los habitantes de Okinawa, que históricamente consumen significativamente menos calorías que los que viven en las islas principales, tienen menos tasas de muerte por cáncer y otras enfermedades crónicas en comparación con los japoneses que viven en las principales tierras. Para los japoneses que se mudaron de Japón a Hawai, la incidencia de cáncer de estómago disminuyó, mientras que las tasas de cáncer de mama, colon y próstata aumentaron en solo una generación.  En los últimos 40 años, la incidencia de cáncer de colon ha aumentado 9,4 veces en los hombres y 4,7 veces en las mujeres, ya que los japoneses han adoptado un patrón dietético más occidental.1

Se cree que la menor incidencia de neoplasias malignas se debe a la composición de la dieta tradicional japonesa, que se caracteriza por una baja ingesta de grasas y aceites, junto con una baja proporción de ingesta de ácidos grasos poliinsaturados (PUFA) n-6 versus n-3 PUFA. Además, otros componentes de la dieta japonesa, como una mayor ingesta de verduras y fibra dietética, pueden contribuir a reducir las tasas de cáncer. Es de interés la sopa de miso, que contiene wakame, una verdura rica en fucoxantina que puede tener protectores contra el cáncer gástrico. Los japoneses también demuestran una mayor ingesta de té verde, que es rico en flavonoides y puede tener efectos antioxidantes. Los productos de soya contienen isoflavonas y saponinas que pueden tener efectos beneficiosos similares. Juntos, estos componentes individuales de la dieta japonesa se plantea la hipótesis de establecer las funciones protectoras de este régimen dietético en el riesgo de cáncer.1

Dieta vegetariana. Una dieta vegetariana elimina la carne, las aves y el pescado de la dieta. Una dieta vegana elimina además todos los productos animales, incluidos los lácteos o los huevos. En general, las dietas veganas son ricas en fibra, magnesio, ácido fólico, hierro y vitamina C y E, y bajas en calorías generales, grasas saturadas, zinc, calcio, vitamina D y vitamina B12. La dieta vegana se ha asociado con una amplia variedad de beneficios para la salud, incluido un menor riesgo de enfermedad cardiovascular, obesidad y diabetes tipo II. Los pacientes que siguen una dieta vegana poseen menor riesgo de cáncer.1

En general, seguir una dieta vegana parece proporcionar una variedad de beneficios para la salud. Aunque la literatura es deficiente en ensayos clínicos que evalúan la relación entre las dietas a base de plantas y los cánceres, los datos hasta ahora sugieren que las dietas veganas y vegetarianas son, no obstante, protectoras contra el cáncer, con una reducción neta del 10% al 12% en el riesgo general de cáncer. Como tal, se necesitan más investigaciones para explorar la utilidad de una dieta vegana como modificación del estilo de vida para la prevención del cáncer.1

Dieta y nutrición en la supervivencia al cáncer y los cuidados paliativos. En los modelos de atención del cáncer, los objetivos principales de los cuidados paliativos son aliviar el sufrimiento y mejorar la calidad de vida a lo largo de la trayectoria de la enfermedad del cáncer. A medida que el concepto de cuidados paliativos ha evolucionado para incluir todos los aspectos de la supervivencia al cáncer y no solo la atención al final de la vida existe una necesidad creciente de considerar cuidadosamente los comportamientos de estilo de vida que pueden afectar positivamente los resultados de salud y la progresión del cáncer para quienes han respondido a las intervenciones oncológicas. En ese sentido, recientemente se ha hecho hincapié en la literatura sobre la nutrición y el cáncer como un factor importante tanto en la calidad de vida como en la fisiopatología del cáncer.3

En un momento, los cuidados paliativos se referían únicamente al “final de la vida”, en cuyo caso se animaba a los pacientes a comer lo que quisieran. Si el paciente se deterioró, la estrategia nutricional estándar se centró más en la calidad de vida y el alivio de los síntomas, en lugar de intervenciones nutricionales activas destinadas a mejorar el resultado. En esta etapa de la enfermedad del cáncer, la expectativa era un tiempo de supervivencia corto y el objetivo principal era minimizar la caquexia. Por lo tanto, las calorías se consideraron calorías “buenas”. Dado que un número y una gama más amplios de pacientes están bajo el alcance de este modelo paliativo ampliado, investigaciones recientes han sugerido que puede ser más apropiado desarrollar una estrategia nutricional específica que pueda ayudar a mejorar la salud y el bienestar general de los pacientes con cáncer, incluyendo aquellos en el entorno de cuidados paliativos tradicionalmente definido.3

El propósito es introducir el concepto de dieta como una posible intervención de supervivencia en lugar de solo sustento. A continuación, se resumen recomendaciones nutricionales dirigidas a los médicos para este tipo de pacientes:3

(1) asegurar una cantidad adecuada de calorías,3

(2) reducir los alimentos y los hábitos dietéticos que se han relacionado específicamente con factores de riesgo modificables para la reaparición del cáncer,3

(3) crear una dieta que minimice la inflamación, la resistencia a la insulina y el estrés oxidativo,3

(4) asegurar una cantidad adecuada de nutrientes específicos y una suplementación nutricional selectiva relacionada con la prevención / recurrencia del cáncer.3

En el futuro, la inversión continua en la investigación de la dieta y el cáncer es fundamental porque la nutrición es una de las pocas exposiciones modificables y ubicuas relevantes para la reducción del riesgo de cáncer. Podemos avanzar con estudios mejores y más refinados, habilitados por tecnologías de vanguardia en evaluación de exposición, genética y genómica, y computación de alto rendimiento, junto con nuevos métodos bioestadísticos para abordar la complejidad de estos datos. informar nuestro conocimiento sobre dieta, nutrición y cáncer.2

Referencias:

  1. Gray A, Dang BN, Moore TB, Clemens R, Pressman P. A review of nutrition and dietary interventions in oncology. SAGE Open Medicine. 2020 May;8:2050312120926877.
  2. Mayne ST, Playdon MC, Rock CL. Diet, nutrition, and cancer: past, present and future. Nature reviews clinical oncology. 2016 Aug;13(8):504-15.
  3. Bazzan AJ, Newberg AB, Cho WC, Monti DA. Diet and nutrition in cancer survivorship and palliative care. Evidence-based complementary and alternative Medicine. 2013 Jan 1;2013.
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